Franco y la Eurocopa del 64


¿Qué estaría sintiendo Francisco Franco sentado en el palco del Santiago Bernabéu al inicio de la final de la Eurocopa de 1964? Si los pupilos de José Villalonga no ganaban, tendría que entregar con sus propias manos el trofeo Henry Delaunay a los jugadores del “enemigo del este” que los acreditaría como bi-campeones.

La historia de Franco interviniendo en cuestiones deportivas no era nueva. Cuatro años antes, el “generalísimo”, se había interpuesto en el camino de la selección española que disputaba la primera  Copa de Naciones de Europa.

En cuartos de final los jugadores vieron truncado su sueño de avanzar más en el torneo continental cuando un indignado Franco prohibió categóricamente que se disputara la eliminatoria a doble partido. Ningún soviético podría pisar, y mucho menos jugar al fútbol, en territorio español. Las causas eran simples: el país del este había apoyado al gobierno de la República, enemigo de Franco, en la guerra civil española.

Ahora, aquel 21 de junio de 1964,  estaba allí sentado, su decisión de no dejar a ningún soviético pisar suelo español había cambiado después de la designación de España como anfitrión de las rondas finales del torneo. La oportunidad de presentar ante el continente a España como una nación próspera bajo el comando de su régimen, se antojaba muy atractiva pero y ¿qué pasaría si ganaban los rusos? Era un riesgo que muy seguramente valía la pena correr.

La tarde era soleada y hacía bochorno. Tal vez lo que daba vueltas en la cabeza del “caudillo”, era como explicar al pueblo los beneficios del régimen, si un equipo conformado por obreros proletarios vencía al flamante equipo español del momento. El hombre más poderoso de toda España dependía de once jovencitos entre los cuales destacaba uno de sus paisanos, otro gallego, Luis Suárez, Balón de Oro en 1960.

El partido empezó con un ritmo endemoniado, a los cinco minutos ‘Chus’ Pereda capitalizó un error de la zaga soviética y empalmó un remate que venció a Lev Yashin para adelantar a España, dos minutos más tarde Khusatnov empataba de nuevo el partido después de que una pasiva defensa española e Iribar vieran como el balón lentamente entraba en la portería.

Luis Suárez, tomó la batuta del encuentro y empezó a administrar con bastante audacia el balón a los españoles. Pereda, Lapetra y Marcelino subían y bajaban constantemente, bailando al ritmo que proponía el mediocentro gallego. El juego era intenso pero no se materializaba en acciones de ataque, Yashin e Iribar podían pasar como simples espectadores mientras las acciones se desarrollaban, casi siempre, en el centro del campo.

Para la segunda parte la brújula española se apagó, el cansancio empezó a hacer mella en Suárez que lucía más impreciso. La Unión Soviética seguía practicando su fútbol hermético, frio y calculador que podía presagiar una igualdad al terminar los noventa minutos.

Franco no pestañeaba en el palco, el hombre que controlaba a todo un país ahora se sentía impotente en el palco. Ocasionalmente intercambiaba opiniones con las personalidades que le acompañaban y más de una vez fue sorprendido mirando el reloj y haciendo cuentas de cuantos minutos faltaban.

En el campo de juego, ajeno a la angustia del “Caudillo”, el arbitro inglés Arthur Holland se empeñaba en ponérselo más difícil a los locales y casi provoca un estallido de ira en el palco oficial. Pereda se escapa brillantemente después de ser obstaculizado por un zaguero soviético con falta, la jugada termina con el balón en las mallas, pero el colegiado se empeña en señalar la infracción previa invalidando la anotación del delantero.

Cuando parecía que todo estaba en suspenso, que el partido terminaría empatado, llega el milagroso cabezazo de Marcelino. A los 83 minutos Ignacio Zoco empezó una jugada en la mitad del campo, pasó el balón a Rivilla en la banda, este a su vez deslizó el balón hasta el agraviado Pereda que caracoleó cerca del saque de esquina y envió un centro que Marcelino pescó en el área para vencer a Lev Yashin. 2-1 y a Franco le volvía el alma al cuerpo, la apuesta le había salido bien y España era campeón de Europa.

1 comentario:

wan dijo...

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