Ben Barek: La perla negra de Marruecos


Marruecos es un país enclavado en África del Norte separado de Europa por Gibraltar, rico en recursos naturales, bañado por el océano atlántico y el mar mediterráneo, con un surco desértico pero envuelto por una magia inconmensurable que se respira en cada rincón de su territorio. Allí en Casablanca, en los antiguos campos de Lemreziga, se empezó a pulir la primera “perla negra” del fútbol mundial. En aquellos descampados que actualmente han dado paso a la gran Mezquita Hassan II, Larbi Ben Barek empezó sus primeros coqueteos con la que sería su gran amante, la pelota.

Descalzo corría por las calles detrás de un balón, tratando también de alcanzar el sueño de un mejor porvenir. A los 14 años trabajaba con su padre en el mismo oficio que había puesto noche tras noche comida en su mesa, la carpintería,  y aun así, gambeteaba de vez en cuando sus compromisos para jugar partidillos con los chicos de su calle.

El FCO, Fútbol Club El Ouatane, fue el primer equipo que contó con sus servicios, pero en aquel momento sólo un pequeño problema aquejaba a la joven estrella del equipo del barrio... tendría que usar botines.

Dos años más tarde, y cuando ya había aprendido a dominar su calzado, el Idéal de Casablanca tocó a sus puertas. Era un equipo profesional que militaba en la segunda división marroquí pero para el jovencito era una inmensa oportunidad de empezar a mostrar su valía vestido de corto. 

En este pequeño equipo de su ciudad natal, Larby empezó a saborear las mieles del triunfo. Con un plantel humilde y escasos de recursos, consiguen el subcampeonato de la Copa de Marruecos y sus destellos de calidad cautivan a las directivas de un equipo de primera división, el U.S. Marocaine.

Tenía un gran porte, su estatura y contextura física complementaban un exquisito manejo de balón. Ben Barek se destacaba en cada partido que jugaba por ser un delantero poli funcional, muy buen pasador y que creaba juego a su alrededor. Su carrera sigue en ascenso y el Union Sportive Marocaine, equipo fuerte en el país, le ofrece un mejor contrato con un puesto de trabajo fijo mientras no esta en la cancha como encargado de una gasolinera.

Sus gambetas, su letal juego aéreo y la imborrable sonrisa que le acompaña en cada compás de juego no pasan inadvertidos para el seleccionador nacional quien lo llama a integrar la selección marroquí que se mediría a un cuadro suplente de Francia en el verano de 1937.

4-2 terminó el partido y un estelar Ben Barek encandila a todo el periodismo deportivo francés. Muy pocos esperaban encontrar en este partido una figura del porte del delantero que suscitaba ahora el interés de uno de los grandes cuadros de país galo: el Olimpique de Marsella. El conjunto ofreció 20.000 francos y una mensualidad de 2.000, pero él pide 30.000 y 3.000 de mensualidad. No hay arreglo.

Esa temporada consigue conquistar el campeonato de Liga y se prepara para jugar la Copa de África, los marselleses no se resignan a quedarse sin él y finalmente le ofrecen un suculento contrato que pone a Lerby prontamente en un avión rumbo a la hermosa ciudad francesa.

Su debut es soñado, dos goles y una asistencia suyos sellan el 5-2 definitivo frente al afamado Racing de Paris. Su vida ha tomado un giro de no retorno dirigido a lo más alto del futbol de la época, el 4 de diciembre de 1938 vistió por primera vez una camiseta azul con un gallo a un lado del pecho, era la camiseta de la selección francesa, parecía que nada podía detenerlo, pero tendría que enfrentar a un enemigo mucho más fuerte como lo era el fascismo que crecía en la Europa del momento. Desafortunadamente al estallar la Segunda Guerra Mundial Larby no tiene más remedio que regresar a su natal Marruecos.

Entre 1939 y 1945 juega con su anterior equipo y hace puntuales apariciones en la selección marroquí. Luego de la guerra Stade Français lo devuelve al panorama europeo y la “perla negra” vuelve a brillar. Allí tiene una tardes inolvidables y el Atlético de Madrid se interesa por él.

Tenía ya 31 años y era una institución. La prensa tituló en sus periódicos “Vendan el Arco del Triunfo, vendan la torre Eiffel pero no vendan a Ben Barek”. La oferta era atractiva y pronto hizo las maletas hacia el Metropolitano donde ganó dos ligas, hizo multiplicidad de goles y se robó los corazones de los colchoneros durante seis temporadas. Se retiró a los 38 años de nuevo en el Marsella al cual salvó de descender a segunda división.

Aquel niño que recorría las calles de Casablanca unido a un balón había triunfado. En 1998, siete años después de su muerte, la FIFA le otorgó la Orden al mérito e incluso Pelé, uno de los jugadores más grandes de la historia, dijo: "Si yo soy el rey del fútbol, Ben Barek es Dios", lindo homenaje para el hijo de un carpintero que supo labrarse un destino digno y mostrar al mundo la belleza y templanza de todo un pueblo.

Pdta: Este post es para mi amigo Mehdi Khayat, espero que lo disfrutes.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Fabuloso artículo, sigue así amigo, todos orgullosos de tu trabajo.

Tu amigo: Mehdi

cityground dijo...

Genial artículo, no sabía mucho de Ben Barek.

Anónimo dijo...

Vuelvo a leer el artículo y no puedo no dejar un comentario.
Gracias por pensar en Ben Barek.

Mehdi