Termina la sinfonía de Matthias Sindelar “El Mozart del fútbol”


Matthias Sindelar fue un mago del fútbol, su apodo lo resume todo: él era “el Mozart del fútbol” cuya orquesta triunfal a su cargo era, ni más ni menos, que el “Wunderteam” austriaco de finales de los años veinte, inicios de los treinta. Un 23 de enero de 1939 su muerte estremeció a un país que ya sufría bajo el yugo nazi. 

En numerosas escrituras sagradas del fútbol se le describe como un artista, un jugador diferente que jugaba como poseído por una música acompasada que adornaba su juego. Sus piernas, fuertes y largas, dibujaban los elaborados pasos de una melodía victoriosa que acompañaba a los equipos con los que jugaba. Su ductilidad era conocida en todos los campos de su natal Austria y envidiada por jugadores de otras nacionalidades.

Su habilidad y carácter condujeron a Austria hacia semifinales del Mundial de 1934. Allí, el artista, el genio, le había visto por primera vez los afilados colmillos al totalitarismo. Italia, por la gloria de Mussolini y su proyecto, debía vencer en semifinales a Austria. La violencia desplegada por los italianos había hecho mella en los españoles en la etapa anterior, y ahora Sindelar y su orquesta hacían frente a la forma ruda de jugar de los liderados por Giuseppe Meazza, peligroso atacante azzurro. 

El final de la sinfonía fue igual que la de los españoles, determinada por un arbitraje parcializado y Sindelar tuvo que irse con su música a otra parte mientras Meazza y los suyos levantaron la Copa en Roma días después frente a Checoslovaquia.

Para 1938 Austria ya estaba anexada a Alemania por orden de Hitler y el partido nazi, Sindelar componía las últimas notas de su exitosa carrera futbolística. Fue llamado para participar en un partido “amistoso” entre vecinos que supuestamente alivianaría una creciente tensión entre hermanos.

En la primera mitad, desvió un par de disparos al arco, algunos dicen que presionado por las autoridades germanas que ejercían el control de absolutamente todo. Tarde en el juego, la pasión a su arte pudo más que el temor y anotó uno de los goles de la victoria 2-0 de su equipo. Su celebración no cayó en gracia de los hombres del brazalete rojo y la cruz gamada.

Pronto la ideología e incluso la raza de Sindelar fue cuestionada. Por su origen, había nacido en Moravia, fue señalado como  judío a pesar de practicar la religión católica. Su visión crítica del régimen y sus simpatías por el partido Socialdemócrata fueron interpretadas como una actitud hostil hacia el Reich.

Poco más tarde, un 23 de enero de 1939, Gustav Hatmann, amigo por años, sintió un penetrante olor a gas cuando tocó la puerta del apartamento del jugador, sin dudarlo un minuto forzó la puerta para encontrar a Matthias muerto en su cama junto a su novia que aún agonizaba.  

Muchos atribuyen su muerte a órdenes nazis producto de su osadía frente al yugo teutón, otros a un desafortunado accidente doméstico con la estufa, lo cierto es que el fútbol perdió a una de sus figuras más grandes y el misterio de su desaparición aún no ha sido descifrado.

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