Cantona patea un espectador en Londres


Eric Cantona era uno de los artilleros del momento en el fútbol inglés. Destacaba por su potencia en definición frente al marco y su mal genio que desde muy temprano le había granjeado el fastidio de muchos. Aquella tarde su fuerte temperamento le jugaría una mala pasada que le dejaría por fuera de las canchas un buen tiempo.

Ese día, el mosquetero francés, jugaba con el cuello de su camiseta en alto como acostumbraba a hacerlo, Manchester United oficiaba de visitante en Selhurst Park, campo del Cristal Palace, y Cantona soportaba un recio arsenal de bruscas entradas por parte de los centrales del equipo londinense. Richard Shaw, defensa del Palace, colma la paciencia del ariete quien, después de una falta, reacciona agrediéndolo, el árbitro le muestra la tarjeta roja al francés. Lo que pasaría después pocos se lo imaginaban.

Eric Cantona había llegado a Inglaterra de la mano de Leeds United, Ellen Road se convirtió rápidamente en su casa pese a tener bastantes problemas para aprender el idioma de su nuevo país de residencia. Se destacó entre una camada de jugadores jóvenes que consiguieron la última liga inglesa antes de la creación de la Premier League en 1992.

Pero, quizá, aquella barrera idiomática opacó un poco su naturaleza problemática. En el Auxerre ya había peleado, a puño limpio, con uno de sus compañeros de equipo; en el Olympique de Marsella lo habían suspendido un mes por tirar su camiseta al piso y patear un balón al público después de ser substituido en un partido amistoso; también había insultado al entrenador Henry Michel en televisión nacional.

Pero aquel día en Selhurst Park iba a superar todos sus registros. Para aquel campeonato de 1995 Cantona ya era un jugador consagrado en el Manchester United. El mismo año en que llegó procedente de Leeds United ganó la liga con los “Red devil´s” de Alex Ferguson y su buena puntería y entrega en la cancha pronto le adjudicaron el amor incondicional de las tribunas.

Esa tarde al ver la tarjeta roja Cantona resignado se dirige a los camerinos, el ambiente en el estadio está caldeado y de la tribuna bajan todo tipo de insultos en contra del francés. Matthew Simon es un londinense, de mediana edad, hincha furioso de Cristal Palace, que arropado por la pasión, se acerca a la baranda del campo por donde está pasando el delantero visitante y le insulta vehementemente.

Cantona da un salto, como si de un ninja se tratara, y su botín va a parar al lugar menos indicado, la cara del espectador quien poco después es atendido por los servicios médicos. Los periódicos ingleses piden que sea suspendido de por vida, que sea enviado de nuevo a Francia, lo tildan de “bruto” y “bastardo”.

Manchester United hace algo sensato, inmediatamente sin esperar que se reúna el comité de la Football Association, suspende al jugador indefinidamente.

Tan solo nueve meses después Cantona reaparece en los campos de juego, su naturaleza violenta, contrario a lo que todos piensan, a incrementado su popularidad, sigue siendo ídolo en Manchester e icono del, por esos momentos, alicaído fútbol francés.

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