Ricardo Zamora se destacó en la vida por dos características puntuales: su habilidad bajo los palos y su buen vestir. Fue el primero de los jugadores españoles que traspasó las líneas de cal de las canchas de fútbol para convertirse en ícono de la moda y el glamour, incluso llegando a incursionar en el cine.
Empezó muy joven su carrera como profesional del fútbol. Con 15 años ya formaba parte de la nómina de primera del Espanyol de Barcelona, club al que siempre perteneció su corazón, pero que pronto abandonó hacia la vereda de enfrente recalando en el F.C Barcelona.
En su paso por el equipo 'blaugrana' fue convocado a la selección española que participó en los Juegos Olímpicos de Amberes en 1920. Regresó a España con la medalla de plata colgada al cuello y el apodo de “el divino” por su categoría en la cancha y su coquetería fuera de ella con las más encopetadas damas de la época.
Después de un retorno breve al club de sus amores, el Espanyol, en 1930 fue uno de los fichajes más rutilantes del Real Madrid que pagó 150.000 pesetas por su pase. Una suma fuerte considerada una fortuna para la época.
En el mundial de 1934, realizado en Italia, alcanza uno de los momentos de mayor esplendor de su carrera futbolística. El hábil portero guía una buena selección española que se encuentra con el local, la “squadra azzurra”, en su camino a la final del torneo.
En un partido con excesiva rudeza, Zamora termina con dos costillas rotas después de un choque con el italiano Angelo Shiavio y denuncia el arbitraje como culpable de un empate que forzaba otro partido que debía jugarse en las veinticuatro horas siguientes. Plagada de substitutos, por la lesión de la mayoría de sus titulares, España pierde frente a los pupilos de Vitorio Pozzo quienes finalmente levantan la Copa Jules Rimet en Roma días más tarde.
Los miembros de la delegación ibérica son recibidos como héroes en su casa y declarados por sus seguidores como los "campeones morales" del torneo.
Su último partido oficial lo disputó con la camiseta del Real Madrid en la final de Copa de 1936. Un ambiente bélico ya enrarecía el ambiente de una España ciertamente dividida en dos. Real Madrid venció 2-1 al F.C Barcelona y levantó el trofeo por última vez como jugador.
Después de la guerra civil española, en la cual fue apresado por el bando republicano y luego escapó para refugiarse en Francia, regresó a su país para dirigir al Atlético de Madrid con el que ganó dos ligas consecutivas y empezó a forjarse una historia como entrenador.
Es el precursor de una dinastía de buenos porteros españoles de los cuales actualmente portan el testigo Casillas, De Gea y Kepa.
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