Ferguson al otro lado de la línea

¿Alguna vez se ha imaginado un Alex Ferguson joven?, ¿que en vez de vestir sus típicos trajes oscuros vistiera de cortos y no estuviera al borde de la cancha sino en ella? Muchos no, pero este gurú del fútbol británico tan conocido por sus triunfos como por sus guerras dialécticas en contra de los que osan tocar alguno de sus jugadores, también se calzó unos botines, discutió con los árbitros y anotó goles.

Su carrera en el fútbol empezó tempranamente a los 16 años en el equipo amateur del Queens Park, no confundir con el QPR de Champioship, de su natal Glasgow en Escocia y en su primer partido, el cual calificó de “pesadilla”, anotó el único gol en la derrota 1-2 frente a Stranraer Football Club. El fútbol era su pasión pero trabajaba en los astilleros de Clyde donde incluso llegó a administrar una oficina del sindicato.

La suerte le sonreía poco en esa época y a pesar de haber anotado 21 goles en 31 presentaciones con el equipo de “las arañas”, nunca tuvo un lugar fijo en la alineación y decidió unirse al St. Johnstone en 1960.

Allí las cosas no cambiaron demasiado. Pese a ser un jugador regular y marcar de vez en cuando, no encontraba un puesto de titular. Vivía solicitándole al club que le transfiriera pero a pesar de contar con la buena voluntad de su club las circunstancias lo mantuvieron en allí. El fracaso en contratar otro delantero llevaron al técnico a elegir a Ferguson en un partido frente a Rangers, Alex pisó la cancha con decisión y marcó tres goles, algo que ni él mismo esperaba. ¡Por fin algo de suerte! Dunfermline lo contrataría en el verano de 1964, de ahora en adelante se dedicaría única y exclusivamente a jugar al fútbol.

Llegaba a un equipo con aspiraciones, para la temporada 1964-65 era uno de los principales candidatos para quedarse con la Liga escocesa de primera división. Todo empezó muy bien, su equipo disponía de buen juego y él de un puesto en la línea titular. Dunfermline alcanzó la final de copa escocesa pero su técnico lo dejó afuera del partido por su pobre presentación en un partido de Liga frente a su antiguo equipo el St. Johnstone. Perdieron 3-2 frente a Celtic y sólo un punto les hizo falta para alzar el principal trofeo del país. Vieron como la Liga viajaba a otra ciudad y a ellos les quedaba el, nunca deseado, segundo lugar. Un amargo final para una campaña que pintaba muy bien.

La siguiente temporada se sacaría toda la rabia de encima, lo jugó todo, demostró un estado de forma envidiable y sed de victoria. En 51 juegos anotó, la para nada despreciable, cantidad de 45 goles además de conseguir ser el goleador de la Liga junto a Joe McBride, cada uno con 31 dianas.

Llegaría su momento de éxito, Rangers, el mismo equipo al que años antes le había marcando un “hat trick”, ahora ofrecía 65.000 libras por hacerse con sus servicios siendo el récord de trasferencia entre dos clubes escoceses de la época, lastimosamente el idilio no duraría mucho.

En un Hampdem Park atestado por 132.000 personas la Copa Escocesa se definía. Los dos rivales por excelencia se disputaban el trofeo; Rangers contra Celtic, católicos contra protestantes, el gran clásico llamado “Old Firm” en toda su ebullición, veía como Ferguson fallaba en la marca del capitán rival Billy Mc Neill todo el partido. El defensa era el principal baluarte del conjunto católico y Alex tenía la importante misión de taponarle la salida presionándole en tres cuartos de cancha. Esa tarde Billy dio cátedra de fútbol y se dio hasta el lujo de anotar el último gol con el que los despidieron destemplados con un 4-0. Toda la culpa recayó en él, su furia era tan grande que lanzó su medalla lo más lejos posible, nunca quería recibir una igual, inmediatamente fue relegado al equipo de reserva.

Nunca volvió a jugar en el primer equipo e incluso se llegó a decir que fue por su matrimonio con una mujer católica. El mismo Ferguson años después de encargó de aclarar que no se debió a esa situación previamente conocida, que abandonó el club de muy mala gana.

Pronto en Octubre le llegaría una oferta interesante, el Nottingham Forest le ofrecía un buen contrato y la posibilidad de dar su primer salto a Inglaterra. Su esposa no quiso dejar el país y el Falkirk aprovechó para sumarlo a sus filas. Fue en este equipo cuando empezó a despertar su inquietud por el banquillo. Disfrutaba de la táctica y fue nombrado director técnico a la vez que todavía era jugador pero al llegar John Prentice, un experimentado ex jugador del club, fue relevado de su cargo por lo cual solicitó ser transferido al Ayr United F.C donde terminó su carrera como futbolista en 1974. Ahora quería ser entrenador y uno muy bueno, el resto de la historia ustedes ya la conocen.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Magnífico articulo. Estás perdiendo el tiempo cuando no te dedicas al periodismo deportivo. Abrazos.