El milagro de un Chango: Racing Campeón del Mundo



El estadio Centenario en Montevideo, Uruguay, estaba de gala aquel día. La ocasión no era para menos, y aunque ya estaba acostumbrado a recibir en su verde césped lo mejor del futbol mundial de la época esta jornada también era importante. Hacía 37 años en su verde césped había acogido la final de la primera Copa del Mundo y a través del tiempo los mejores equipos de América y Europa habían visitado a sus huéspedes habituales Peñarol y Nacional.

Aquel 4 de Noviembre del 1967 los dos invitados eran extranjeros, Racing Club de Avellaneda (Argentina) y el Celtic de Glasgow (Escocia) deberían dirimir cuál de los dos era el mejor equipo del momento. La tarea no había sido nada fácil ya habían disputado dos encuentros preliminares.

En el primero los escoceses habían oficiado de locales en su campo, Hampden Park, frente a 103.000 aficionados aproximadamente y con un gol de McNeill en el minuto 69 sellaban los tiquetes, tranquilos y confiados, para viajar a Buenos Aires con la ventaja en el marcador.
Ya tenían experiencia, eran el equipo revelación de Europa. Ellos mismos, meses antes, habían vencido a un impresionante Inter de Milán dirigido por Helenio Herrera y liderado por un exquisito Facchetti en ausencia de Luis Suarez por lesión. 2-1 habían ganado en Portugal lo cual, aparte de la Copa, les había adjudicado el sobrenombre  de ‘los leones de Lisboa’, además de ser el primer equipo británico en ganar una Copa de Campeones de Europa.

Racing no era el primer argentino en ganar una Copa Libertadores pero lo suyo también tenía muchos méritos. Había batallado ferozmente con un equipo de obreros hasta instalarse en esa final, para llegar venció a Nacional de Uruguay en su continente y ahora apretarían lo más que pudieran en su estadio, el Cilindro de Avellaneda para sacar una ventaja suficiente y quedarse con la ansiada Copa Intercontinental.

El susto les duro en el cuerpo hasta el minuto 93 cuando el “Chango” Cárdenas, Héroe de esta historia, marcó un gol y forzó un tercer partido en cancha neutral. 2-1 rezaba el marcador cuando Esteban Marino dio el silbatazo final y puso a los organizadores a buscar un estadio disponible, allí entró en escena el ceremonial Centenario.

Ahora estaba hasta las banderas, 65.172 fanáticos se habían dado cita para ver lo que era el round final de esta contienda para definir quién era el mejor del mundo. Ese día sin aplazamiento alguno, alguno de los equipos debía levantar el trofeo que lo acreditaría como campeón Intercontinental.

El árbitro paraguayo Rodolfo Pérez Osorio recién acomodaba la pelota en el centro del campo, cuando de la tribuna Amsterdam y aledañas empezó a bajar un canto nada alentador para los argentinos. Los uruguayos alentaban al Celtic en cruel venganza por la derrota infringida a su equipo en la final continental, además de la siempre enconada rivalidad existente entre los dos países.

‘El equipo de José’, apodado así por su entrenador Juan José Pizzutti, también tendría que capear la hostilidad de un público claramente adverso pero nada de eso importaba una vez que la circunferencia de cuero estuviera en juego. Adentro contaban con la experiencia de Humberto Maschio, curtido en canchas italianas y que buscaba un cierre más que decoroso a su carrera. También con el buen quehacer defensivo de un mariscal en defensa como lo era Alfio “Coco” Basile, con la letal definición de Norberto Raffo quien en el torneo Suramericano había perforado las redes 13 veces y la elegancia y buena administración de juego de Roberto Perfumo.

Por su parte ‘los católicos’ escoceses tenían en Jimmy Johnstone un jugador interesante, el pelirrojo manejaba muy bien los tiempos y era un extremo muy escurridizo en el frente de ataque, pocos centímetros le hacían falta para propiciar jugadas de peligro para el marco contrario, Archie Gemmell era un defensa con un rápido desdoble al ataque, cualidad que le hacía interesante y aventurado a la hora de subir, su osadía ya había rendido frutos frente al equipo italiano anotando uno de los goles de Lisboa.

Como era de esperarse el partido se planteó supremamente fuerte, ninguno de los equipos quería dar su brazo a torcer, el juego era recio y poco vistoso, poco a poco las figuras empezaron a desvanecerse. A los 40 minutos Basile y Lennox se fueron a las duchas por un conato de pelea y poco después Johnstone también saboreó la expulsión al agredir a un rival sin balón. Los escoceses habían perdido el control que tanto les caracterizaba.

En esos momentos de confusión total, donde no había un claro dominador, donde ninguno de los dos equipos sabía lo que hacía en el terreno de juego, emerge la figura de Juan Carlos ‘Chango’ Cárdenas para poner un zapatazo de 25 metros que aún gritan los hinchas de Racing. Corría el minuto 11 de la segunda mitad, el partido se haría cada vez más rígido, luego el corpulento Hughes también saldría expulsado por patear al arquero Cejas en el suelo y para terminar la cuenta Rulli les siguió a los vestuarios  4 minutos antes de la finalización de encuentro.

El Centenario tuvo que callar y ver en silencio como aquella Copa coronada por un balón, la Intercontinental, era entregada a sus vecinos y no a los europeos. Las calles de Avellaneda se teñirían de celeste y blanco, por primera vez un equipo argentino era campeón del mundo, nadie imaginaba que ese equipo, tan simpático para muchos, se demoraría 34 años en volver a levantar otro trofeo.

2 comentarios:

Unknown dijo...

muy bueno J.P!! Me gustó mucho. Megustaría muhco que en algún ARTÍCULO QUE ESCRIBAS ME DEJES PARTICIPAR. ME GUSTARÍA PODER DESCRIBIR ALGÚN MOMENTO DE UN PARTIDOQUE LO DEFINIÓ O ALGÚN GOL EN PARTICULAR!!! ABRAZOO CRACK!!

Jean Wollstein dijo...

Claro que si Guille, espero tu colaboración en "El gol más celebrado del mundo", un abrazo.