Un golazo jamás celebrado

En cualquier otro partido lo hubiera gritado a rabiar, un gol de tacón, ¡pero por favor! una obra de arte, maestro. Tal vez si ese preciso día la camiseta que tuviera puesta fuera la roja que tenía enfrente, seguro su carrera hasta las tribunas hubiera superado el récord de los 100 metros.

Si su camiseta hubiera sido esa misma con la que levantó la orejona del 68, la que lo encumbró al cielo futbolístico británico, Denis Law habría disfrutado el golazo que acababa de meter, pero la historia era otra: Vestía de azul cielo, su equipo era el Manchester City y el gol que acababa de marcar, en cierta medida, condenaba al United, el equipo de sus amores, al descenso.

Inmediatamente su cara se desdibujo, miró al banco de suplentes y pidió el cambio, sus compañeros le daban leves palmadas en la cara, en cierta medida, lo entendían. Aquel sería su último gol.

Denis Law empezó a los diecisiete años en el Huddersfield, aquel equipo que había sido grande en los 20 bajó la batuta de Herbert Chapman y que en el momento de su llegada jugaba en la segunda división inglesa, muchos dudaban de las capacidades del pequeño escocés por su físico escuálido, pero él tenia un reto, llegar muy lejos. Poco tiempo paso para que las dudas quedaran en el pasado y el hijo de las gaitas se adueñara de un puesto en la titular.

55.000 libras más tarde, como traspaso récord en Inglaterra, el Manchester City lo compraba, el equipo lo que quería era dinero por lo cual, un año más tarde, lo venderían a Italia para hacer parte del Torino en otra millonaria transacción por el doble, 110.000 libras esterlinas.

En las canchas italianas donde reinaba un emergente sistema defensivo llamado por muchos “Catennacio”, no fue feliz, terminaron por aburrirlo pronto y decidió emprender su regreso. El Manchester United sería su nueva casa, la casaca roja le encajaba perfecta y encontró la felicidad traducida en goles al lado de dos jugadores llenos de calidad en el campo de juego: Bobby Charlton y George Best, “La santísima trinidad” los llamaron.

Junto a ellos logró el titulo más importante en la historia del United, la Copa de Campeones de Europa de 1968, no solo especial por ser la primera vez que un equipo inglés ganaba el máximo trofeo continental sino por el recuerdo, todavía fresco, de aquel equipo del 58, la tragedia los había detenido en el aeropuerto de Munich diez años antes, un grupo de talentosos jóvenes apodados los “Busby babes” no habían podido jugar las semifinales contra el gran Real Madrid de Alfredo Di Stefano, ahora los herederos de la antorcha y con el mismo entrenador, le regalaban algo más de honor a sus recuerdos.

Su calidad era impresionante, antes de eso, en 1964 ya había ganado el Balón de Oro y con su selección, Escocia, realiza muy buenas presentaciones, pero nunca jugó a un campeonato mundial así su foto salga en el álbum de cromos de Alemania 74 al lado de otros grandes como Billy Bremner, Kenny Daglish y Jim Holton.

Algo que seguramente no se le había pasado por la cabeza, que nunca se imaginó, fue que el final de su carrera fuera a ser así de doloroso. En 1973, a sus treinta y tres años, el United decidió no renovarle el contrato, los vecinos de enfrente, Manchester City lo ficharon de nuevo. Para el último partido de la segunda temporada después de su regreso, se enfrentaban en el derby local a un Manchester United alicaído que naufragaba en los puestos de descenso.

Como es usual en cualquier tipo de clásico, el partido transcurre con emoción y con cierto morbo por la situación de los inquilinos de Old Trafford. Ya para el final un balón suelto queda en el área del United, Denis Law, con su habilidad natural y sin despeinarse, mete un taconazo que entra limpio a la valla de su ex equipo, un golazo, el descenso del equipo que le llevó a la gloria se ha consumado y con el concurso de un gol suyo.

Poco después del partido se enteró que el Birmingham había ganado y aunque el United hubiera empatado con ellos, estaba condenado a jugar en segunda división, lo cual mitigó un poco su dolor, pero nunca más volvería a marcar.

Jugó algún partido más con la selección escocesa y en su carrera marcó 300 goles en 585 partidos, el último de ellos aquel taconazo espectacular, presente en la galería de los mejores goles de la historia, pero que él, con mucho dolor, no quiso celebrar.

No hay comentarios: